San Antón

 

San Antón

San Antón en su altar

El santo ermitaño, con hábito de grandes cruces en forma de ‘T’, ataca decididamente al dragón que se revuelve a sus pies, hiriéndole con el báculo, y contiguamente aparece un ‘animalito’, que rememora la protección que el Santo ofrece a éstos según la hagiografía (en el himno actual también referencia esa protección). La cabeza, de verdadera antología escultórica, vigorosamente abocetada, muestra la profunda turbación que siente. La barba, abundante, los cabellos agitados y las mismas arrugas acusan un extremado realismo, acorde con la figura de la que emana una nobleza venerable. La expresión ostentosa de las facciones revela una airado movimiento interior de agitación. Las ropas son de sencilla factura y pintura pobre.

La ermita

En Murcia, el 14 de febrero de 1447, Gil Rodríguez de Junterón propone, en nombre de la Cofradía de San Antón, a Pedro Ponce como casero de la residencia y ermita. Más tarde, se agregaría a éste un fraile venido de Castrojeriz (Burgos) como guardián de la ermita.
Ciudadanos ilustres constituían la cofradía, que además de un lugar de culto y devoción popular, constituía un núcleo esencial de sociabilidad, al tiempo que sus fiestas suponían un gran acontecimiento para la ciudad.

La riada de San Calixto en 1651 produjo graves daños en la ermita y el pequeño hospital contiguo, pero hasta cuarenta y ocho años después no se pudieron llevar a cabo las obras de reparación, con la intervención del Obispo Antonio Medina Chacón. El Cardenal Belluga costeó el escudo, puesto en el dintel del hospital. En 1770 se terminan las obras de reconstrucción. Felipe V le dio el título de Real Casa, incluyendo las armas de Castilla y el toisón de oro en el emblema heráldico como signo de protección regia.

Fachada
Relieve del santo

La decadencia de esta institución sería a finales del siglo XVIII por la aminoración de enfermos contagiosos, de manera que en 1787 el Papa Pío VI decretó la extinción de la Orden de los Hermanos de San Antón a petición del Rey Carlos III, por haber desaparecido los motivos que dieron origen a esta institución. El Ayuntamiento fue vendiendo los terrenos y propiedades del hospital a particulares, quedando sólo la ermita, que gozaba de gran devoción por la protección que el santo ejercía contra las epidemias de los animales. El interior, completamente remozado, tiene una sola nave con altares laterales y un pequeño presbiterio rectangular. El coro se alza a los pies. Es un templo en el que se marca el área del cimborrio con cuatro pilastrones salientes, formando un cuadrado, sobre el que se alza una cúpula octogonal. La transición del cuadrado al octógono se hace por medio de pechinas. Al exterior presenta una fachada constituida por gran lienzo liso en el que se ubica la portada, con dos pilastras, sobre sendos pedestales entre las que se sitúa un dintel ornamentado con tres recuadros. Sobre el entablamento se sitúa un frontón curvo, partido, cuyo interior alberga un relieve del santo titular; encima se abre un óculo decorado con una gran clave; todo ello coronado  por un frontón curvo, partido, en cuyo centro se sitúa una pequeña espadaña.

El interés principal de la ermita está en que alberga una de las imágenes más expresivas de Francisco Salzillo, el “San Antón”, que da nombre a la ermita.